Y de la tierra el cordero tío bueno.
Ya lo dicen... el mero está riquísimo, y si tú, querida amiga, has tenido la suerte de cruzarte en tu búsqueda con uno FELICIDADES, seguramente no habrá durado, pero que te quiten lo bailao.
¿Qué pasa con los meros?
Son peces solitarios a los que les encanta esconderse. Viven en zonas rocosas con muchas cuevas o agujeros donde poder entrar y salir (ejem!) sin quedarse mucho tiempo en ninguna, salvo aquella que tienen como vivienda habitual.
Cuando llegan a la madurez cambian de sexo, por lo que son considerados peces hermafrodita. La versión humana del Mero no suele cambiar de sexo aunque siempre hay excepciones.
Su carne es muy apreciada en la gastronomía, de ahí el refrán que da título a esta entrada.
En el formato humano, el Mero es, básicamente, un cabronazo. Es ese tío bueno eternamente soltero que está como un queso y que sabes, porque en el fondo de tu ser lo sabes, que te va a hacer daño aunque tú te empeñas en autoconvencerte de que no, tú serás ESA que lo transforme y lo convierta en el padre de tus hijos.
Cuando te encuentras con uno, si le interesas como presa, será porque eres una pececilla más pequeña que él, o por lo menos así te considerará. Te roneará, te llamará y te adulará, todo sin excesos, lo justo para tenerte pendiente de él. Cuando tú le contestes al whatsapp que te mandó tardará horas en volver a estar en línea, porque él es un tipo muy ocupado, tiene muchos compromisos y no puede vivir pendiente del teléfono.
Él sabe que está bueno, tiene experiencia en entrar y salir de agujeros, no lo olvidemos, pero al fin y al cabo es humano, tiene instintos y necesidades físicas y fisiológicas. Ten en cuenta cuando te encuentres con uno de estos, que podrás degustarlo durante un corto espacio de tiempo, él no se deja atrapar. Vive sólo, escondiéndose, es difícil de ver si no has quedado con él previamente y si pretendes capturarlo para ti sola vas a sufrir. No te lo va a poner fácil y es muy probable que después de visitar tu cueva se vaya en busca de otras cuevas y agujeros nuevos.
En definitiva lo que le pasa a este merito es un claro caso de inseguridad e inmadurez masculina, que le hace necesitar siempre la atención de las mujeres, para sentirse importante. Cuando ya ha conquistado a su presa pierde todo el interés por ella y busca nuevas aventuras. Y no te lo tomes a mal, seguramente no es de esos tíos que convierten a la mujer en un objeto sexual, simplemente no le da la importancia que le estás dando tu cuando ya te has colado hasta las vísceras por sus huesos.
Así que si das con un mero humano, aprovecha, disfruta del juego, déjalo entrar en tu cueva si él te lo pide, pero no se lo pongas fácil. Dale largas, no le contestes a los mensajes inmediatamente y no te lo folles a la primera de cambio, hazle sufrir, aunque sea un poquito. Pero sobre todo, no te enamores, no te encoñes y no te cuelgues como una percha de él, porque lo más fácil es que él no lo haga de ti y tú te lleves el correspondiente sofocón y ya tenemos una edad.
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