miércoles, 12 de agosto de 2015

Una historia de pez diablo

Ana había salido de una relación larga y dura, muy dura.

Después de un matrimonio de más de 20 años y 2 hijos en plena adolescencia, quedarse sola era una dura prueba, otra más.

Pero Ana era valiente, y en cualquier caso no había otra opción, su marido la había abandonado por otra mujer más joven y atractiva. Se "habían enamorado" le dijo, ella sabía que no era así, pero el sexo tiene ese efecto enamorador, follar con un cuerpo nuevo siempre te hace sentir rejuvenecido y confunde las ideas y los sentimientos.

A ella le pasó parecido...

Después de unos meses de soledad y tristeza una noche conoció a Javier. Había salido con unas amigas, más bien la habían sacado a rastras de casa para que le diera el aire de mayo.

–Vamos mujer! Vente a cenar, es primavera, y ya sabes que la primavera... –dijo Carmen con sonrisa picarona– ...la sangre altera ¿no?
–No tengo ganas, de verdad.
–Me da igual que no tengas ganas, hemos quedado todas y ya tenemos el restaurante reservado, así que te vienes y no hay más que hablar ¿ok?
–Ok –dijo Ana con resignación.
–A las nueve y media te pasamos a buscar.
–Vaaaaale –volvió a decir resignada.

Ana no tenía ganas de hacer nada, mucho menos de salir por la noche después de estar trabajando todo el día.

Después de cenar fueron a un bar cercano a tomar una copa. Sus amigas entraron en el bar a pedir y ella se quedó en la terraza guardando la mesa y fumando un cigarro. De repente, alguien se sentó a su lado.

–Bueno, pues no hace mala noche ¿verdad? –dijo él.
–¿Perdón? –respondió Ana sobresaltada.
–Ay! perdona, no me he presentado. –se disculpó con una amplia sonrisa– Soy Javier, ¿qué tal? te he visto aquí sola y antes de que nadie me quite la oportunidad, he decidido sentarme a hacerte compañía hasta que vuelvan tus amigas. –le hizo un guiño y siguió– ¿Te parece bien?

Ana no recordaba la última vez que un hombre, atractivo o no, le había guiñado un ojo. Se sonrojó sólo de pensar que quizá ese tipo estaba intentando ligar con ella.

Cuando volvieron sus amigas con las 4 copas se encontraron a Ana en una animada conversación con un desconocido. Se miraron entre ellas, sonrieron y se sentaron en la mesa con la reciente pareja.

Pasaron toda la noche conversando los 5, riendo, contando anécdotas... Todo iba bien. Carmen miraba de reojo a Ana, y volvía a mirar a Maite, se hacían gestos de "Mola ¿no?". Ana estaba ajena a todas las miradas y sólo podía prestar atención a los ojos de Javier que la miraban con una intensidad que jamás había sentido, ni si quiera cuando su ex marido y ella se escapaban juntos con 17 años al parque más lejano de la ciudad para estar a solas.

Javier le atraía de una forma extraña, esos ojos, esa voz dulce y embriagadora que sólo decía cosas agradables y divertidas. Javier era de otro planeta, definitivamente.

Después de una noche tan intensa, Ana y Javier siguieron viéndose. Quedaban después del trabajo, tomaban una cerveza, cenaban algo rápido... y se despedían. A Ana le encantaba hablar con él, era tan culto, tan especial... las horas pasaban volando, pero tenía que volver a casa, tenía dos adolescentes en casa esperándola. Javier era comprensivo y la dejaba ir, a pesar de que quería pasar con ella toda la noche.

A los 2 meses la vida de Ana giraba únicamente en torno a Javier. Recibía mensajes en el móvil por la mañana para darle los buenos días, le pedía que le avisara cuando llegara al trabajo para quedarse tranquilo sabiendo que había llegado bien, si paraba a tomar un café en su jornada laboral ella le escribía "Tomando un cafécito :)" y él le contestaba con un "Qué bien! te lo mereces, trabajas mucho. Estás con Marga? ;)" él sabía que Marga era su compañera de trabajo, pero no era la única compañera que tenía Ana. "No, hoy tiene fiesta. que suerte!" "Ok, avísame cuando salgas, te iré a buscar". A veces tenía respuestas secas y cortantes, aunque seguramente llevaba prisa y por eso sonaban un poco bruscas, Ana sabía que él era tan dulce que sólo se preocupaba por ella.

Javier la iba a buscar al trabajo todos los días, la llevaba a casa y cenaban juntos. Él ya se había instalado en casa de Ana, ya que ella no podía dejar solos a sus hijos.  Su vida había dado un giro radical en los últimos meses, pero a mejor claramente. Estaba muy contenta de tener a su lado a Javier, era un hombre fantástico, muy cariñoso y atento. Le hacía sentir especial, atractiva y amada. Y algo más especial todavía, la palabra atento se quedaba corta cuando se trataba de sexo.

Ana redescubrió el sexo con él. Su ex marido había sido su única pareja, con él había perdido la virginidad y con él había tenido 2 hijos. Sin embargo nunca se había preocupado de que ella disfrutara, nunca había prestado atención a los juegos preliminares y nunca había hecho la más mínima variación en la postura del misionero. Era LA POSTURA.

Javier en cambio, era un manitas, nunca mejor dicho, en cuestiones sexuales, y transportó a Ana a lugares en los que nunca había estado. Lugares muy placenteros a los que podía llegar desde su cama, jamás hubiera imaginado que estaban tan cerca y tan lejos a la vez. El sexo con Javier era increíble. Él era delicado, sabía muy bien qué teclas debía tocar y estaba atento a cada una de las reacciones de Ana. Le enseñó a disfrutar sin vergüenza, a abrirse a nuevas experiencias, a ver el sexo como algo maravilloso y a disfrutar de sus cuerpos desnudos... y como le pasó a su ex marido, el sexo le nubló las ideas.

Sin darse cuenta, cada día que pasaba Javier tomaba un poco más el control de la vida de Ana. Ella estaba ciega, borracha de amor, sexo y placer; placer físico y placer emocional. El segundo es casi más importante que el primero, sentirse querida, importante para alguien y especial es más duradero e intenso que un orgasmo. En fin, placeres que te hacen casi tocar el nirvana... Y esos placeres la hicieron sumisa, pero no sumisa como Anastasia del señor Grey, sumisa como una mujer que ve como se le escapa el control de su vida y no es capaz de hacer nada para evitarlo...

CONTINUARÁ

No hay comentarios:

Publicar un comentario